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Espacios Gigantes


Empezaron a tener una relación casi simbiótica, presa y depredador, y con todo eso era difícil
diferenciar a uno del otro. Así existían, entre ruidos y pensamientos de terror, sangre,
desesperación y miseria. De vez en cuando invitaban a su mundo a alguien, algún pobre iluso
que no tenía idea que saldría con el alma rasgada y los labios inflamados, era de lo más
entretenido ver como salía corriendo de sus vidas aquel invitado, después de tanto esta era una
de las pocas cosas que los hacía sentirse realmente vivos, como si existieran fuera de sus propias
mentes.
Ante el miedo inminente de ambos de volver a morir, se inventaban cada día un juego nuevo,
un juego donde inevitablemente terminarían por asesinarle el cariño a alguien. Resultaba casi
cómico que de vez en cuando se les saliera de las manos ese juego suyo, y alguien terminara con
el sexo destrozado y con una amenaza de muerte por parte de su semejante.

 

Y así se les escapo el juicio para poder seguir sus ya establecidas reglas y él se encontró con las manos de ella en su
entrepierna y pensó que no necesitaba nada mas de este podrido mundo, nada más que esa
situación, ahí, para siempre y por todo el tiempo que se les permitiera existir pero, sin saberlo
estaba cayendo cada vez que sonreía, cada vez que sonreía caía más y más en esa obscuridad,
tan cómoda, tan familiar que no se daba cuenta que estaba enfrentando un mal peor, estaba
enfrentando a un gigante que no ocupaba ningún espacio.

 

Qué relación tan rara, al final él siempre iba a partir de la mano con ella, con el gigante de sus recuerdos que no ocupaba más
un espacio.

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